martes, 7 de julio de 2015

EL ACUERDO DE PAZ CON LAS FARC O EL PRINCIPIO DEL FIN DEL CONFLICTO

Dejo el vídeo de la entrevista de Juan Gossain a Humberto de
                                                       la Calle porque contiene opiniones de quien lleva 3 años como
                                                       negociador y tiene elementos de juicio para hacerlas. 
                                                       Posteriormente pongo en conocimiento mi humilde opinión. 

Para nadie es una sorpresa que el proceso de paz en la Habana pase por su peor momento luego que el accionar de las FARC afectara en los últimos días seriamente a una gran parte de la población de las zonas más apartadas y pobres del país, ademas de generar un daño ecológico incalculable a la nación y a sus habitantes, siendo como se autodenominan "El ejercito del pueblo".

Es claro que esta organización no representa ni reivindica en este momento a ninguna población vulnerable del país más allá de a si mismos, un grupo resentido, con serios sesgos de venganza y revanchismos políticos que se plantea la imposible tarea de llegar al poder por las armas. Es claro que si no logró este apoteósico propósito en 50 años de combate, no lo harán en el futuro jamás por esta via. Las FARC no reivindican a la población campesina a la que reclutan forzosamente sin importar si son menores de edad o no, a quienes les minan los campos por donde transitan causando innumerables mutilaciones y muertes inocentes, no reivindican a los indígenas a los que les copan sus tierras, fuerzan a cultivar coca, amapola y mariguana para calmar sus apetitos vengativos con los grandes ingresos que ellos generan, envenenadoles sus habitats por completo y robandoles la dignidad cultural que los precede; más bien parecen unos ensañados en vengarse con la población inerme y el ecosistema por una guerra sucia que lleva no solo 50 años de confrontación bélica irregular, sino más de 200 años de vida Republicana que tiene está nación, lo triste es que esas clases "oligarcas"  que han poseído el país y usado a su favor el aparato del estado para acallar cualquier voz de protesta como ya se ha podido establecer históricamente en unos casos, y judicialmente en otros, y contra quienes dicen que luchan, nunca o casi nunca ha percibido los efectos de sus acciones. De echo si se recuerda, fue más cruel y más frontal el ataque de los "capos" del narcotráfico en la década de los ochentas contra la clase política dirigente y las figuras visibles de la sociedad colombiana como periodistas, deportistas y funcionarios públicos que lo que las FARC les han hecho pagar.

La verdad es que las FARC carecen hace mucho de un soporte ideológico que apoye su supuesta "lucha insurgente" en reivindicación del campesinado desposeido porque ellos mismos se convirtieron en su nemesis, y hace mucho, pero mucho tiempo dejaron de ser campesinos en busca de la restitución de sus derechos, para convertirse en milicianos, soldados, especialistas en combate irregular, manejo de explosivos y acciones delictivas de no poca monta, lo cual desdibujó hace mucho su propósito. 

No obstante, y reconociendo lo anterior, son una fuerza armada que no fue derrotada en el campo de batalla, si bien han sido golpeados y diezmados, y todas las acciones que llevan a cabo son acciones irregulares, no confrontadoras y en la mayoría de los casos cargadas de sevicia y barbarie. De ideología quedan ya muy pocos y el remanente de ellos son más dados a la guerra. Ellos siguen teniendo fuerte presencia en zonas apartadas del territorio, donde impera el abandono del estado y sus instituciones, y la economía irregular "narco" que protegen sus estructuras armadas son el sustento y negocio de muchas personas que pescan en río revuelto a merced de comunidades muy vulnerables.

Esa "guerra táctica" en la que degeneró un conflicto legitimo de hace 50 años con una representación del campesinado de la época, es lo que se requiere acabar en una "negociación de paz" en la Habana, ya que podría ser eterna porque para quienes están en esta "situación" es además lucrativo debido a los altos réditos económicos del narcotráfico, el boleteo, la extorsión y la expropiación, que de paso emula (irónicamente) un poco la "practica oligarca" que buscaban acabar, y que ademas, es para muchos ya identificados e individualizados por las fuerzas de seguridad la "única opción viable" de vida. 

Para completar el cuadro, las acciones barbaras de sus integrantes son la mejor publicidad de una "ultra derecha resurgida" que hace unos años se erigió y ostentó el poder y con hábil manejo de medios y discursos pintó a la población una derrota por la vía militar a esta "guerrilla" haciendo uso de las más sucias prácticas que pudo encontrar, y que con su habilidad ha logrado mantener vigente a figuras políticas no obstante sus comprobados nexos y condenas. Pareciera como una bofetada irónica para el movimiento armado que ha usado por mucho tiempo "la combinación de las formas de lucha" como una apuesta valida que su oposición en el estado use esas mismas armas para fortalecer su posición cerrando cada vez más el cerco que se tiende sobre el proceso de paz. 

Pero también es paradójico, que un pueblo que se sorprende con actos de barbarie, que no ha visto tiempos de paz en más de medio siglo, prefiera una salida armada por dura que parezca, sin entender que las cosas no pueden más que empeorar. Claramente esas mayorías que apoyan esta vía no viven en las zonas que se libra la guerra, de lo contrario pensarían lo contrario. En esta guerra táctica no confrontada los únicos que se lucran son los "narco-guerrilleros" y los "militares" con abultados presupuestos, unos de la droga, otros del estado, mientras los muertos los siguen colocando los pobres, los hospitales se caen, el sistema de salud colapsa, la delincuencia común post-paras ahoga las ciudades y muchos aprovechan para defraudar al erario en medio de todo este ruido. Terminar la confrontación armada requiere valor, obstinación y el convencimiento cierto, que los réditos de su fin serán superiores a los "sapos" que se pueda tragar la sociedad con la verdad sobre el conflicto y los múltiples crímenes cometidos (de un lado y del otro) que tendrá que manejar con el marco jurídico que se acoja para ello; ademas requiere la madurez de una sociedad que debe dejar de mirar tanto hacia atrás, para mirar mucho más hacia adelante.