LA CULTURA
COLOMBIANA Y SU IMPACTO EN EL ENTORNO LATINOAMERICANO.
En alguna de las tantas charlas que he sostenido para
tratar de entender la génesis de la violencia en Colombia y los factores que
contribuyen a su perpetuación, leí un artículo periodístico de un diario de
nivel nacional sobre porqué Colombia era el mayor productor de drogas del
mundo. Les pido mil disculpas por no citar debidamente el texto, pero la verdad
hace ya tiempo y no tuve la precaución de guardarlo. En su argumentación, el
columnista enumeró uno a uno los factores que a su juicio hacían único a este
país para ostentar semejante título, desde su ubicación geográfica, su clima,
la calidad de sus suelos, el acceso a mercados, facilidad de transporte, la
falta de legislación al respecto, debilidad de las fuerzas armadas en su lucha
contra esta actividad ilícita, etc.
Las conclusiones del artículo en cada aspecto no las
recuerdo muy bien, pero la verdad, no fue ninguna de las que anteriormente
mencioné, la causa por la cual el narcotráfico es una actividad tan arraigada en nuestra sociedad, no solo
promoviendo y financiando el conflicto armado, sino como base y punto de
partida de una gran cantidad de actividades ilícita que afectan no solo a
nuestro pueblo, sino a los países que nos rodean, es según el columnista nuestra
cultura; entendiendo por cultura todo lo que nos define, nos determina, nuestro
pasado y nuestro presente, las instituciones que hemos creado y los valores que
forjamos como sociedad en ya más de 200 años de vida republicana. Para ser
escueto, ser colombianos.
Lo anterior lo traigo a colación para hablar del
anticolombianismo, como lo titulo la revista semana en uno de sus artículos del
día 22 de este mes, yo lo llamaría más bien xenofobia, o bien discriminación.
Para nadie es un secreto que en muchos países del mundo nos “temen” (como se
escucha literalmente), se nos colocan trabas para la obtención de una visa, un
permiso de trabajo o para el ingreso; incluso hay protocolos especiales para
viajeros colombianos en aeropuertos extranjeros con controles específicos (aún
sin sospechas) y revisiones exageradas de equipaje, entrevistas personales con
cuestionarios de preguntas realmente indignantes para cualquier desprevenido
turista y que en otras latitudes desatarían los más duros reclamos
diplomáticos. Pero esto no es gratis, tristemente, al parecer la diáspora
Colombiana en el exterior que huye de la violencia, no solo lleva sus maletas
llenas de pertenencias e ilusiones, sino también, nuestra cultura, esa misma
cultura que ha permitido al narcotráfico apoderarse de gran parte del país (en
todos sus aspectos) y que ha perpetuado un conflicto pírrico durante más de 50
años.
Según datos de la cancillería colombiana, publicados
por semana en el artículo citado, hay 4,7 millones de colombianos en el
exterior de los cuales 1.626.000 están en los Estados Unidos, 1.080.000 en
España y 185.000 más en el resto de Europa, 940.000 en Venezuela, 350.000 en Ecuador,
65.000 en panamá, 94.000 en Canadá, 58.000 en todo Asia, 51.000 en México e igual cifra en Costa Rica, Australia con
25.000 y casi 40.000 en el Reino Unido para solo mencionar los más llamativos.
De los destinos que últimamente han elegido los colombianos para emigrar son
Argentina con 50.000, chile con 27.000, Perú con 10.000 y Brasil con 7.000
emigrantes registrados. Sin duda son muy pocos los colombianos que de este mar
de exiliados delinquen, sin embargo, han logrado exacerbar el sentimiento de
rechazo de toda la comunidad por el impacto de sus actividades.
El último caso registrado en este sentido fue el de 12
viajeros colombianos que fueron físicamente expulsados del aeropuerto
internacional argentino de Ezeiza en Buenos Aires, cuando sin ingresar a la
aduana les fue notificada la decisión de negarles el ingreso a este país. Como
lo dije anteriormente, esto no es gratis, el gobierno argentino solicitó
extremar los controles a las autoridades migratorias a raíz de la captura de un
grupo de colombianos que intentaron hacer algo que aquí se denomina “paseo
millonario”, en el cual al parecer la víctima sería nada más y nada menos que
un alto funcionario del gobierno de ese país. El debate no se ha hecho esperar
y en los medios de comunicación se atiza lo que parece ser una oleada de
discriminación infundada contra todos los emigrantes con estigmatizaciones como
narcotraficantes, sicarios, prostitutas y ladrones, además de los chistes de
mal gusto sobre el país. Pero esto es un hecho evidente no solo en Argentina; en Venezuela, un país con tradición de
migración colombiana, los cambios sociales y de gobierno han exasperado los ánimos
contra nuestros nacionales, a quienes tildan de estar en favor de los
imperialistas, de ejercer el fascismo e incluso por el solo hecho de ser
colombianos (paramilitares). De hecho, no hay día en que no se tilde a los
colombianos de planear un intento de asesinato contra el presidente, de
asesinar a toda clase de dirigentes, y últimamente, del desabastecimiento de
alimentos en ese país por el contrabando.
Otros países como Panama, Chile, Perú, Ecuador y Bolivia
tienen casos parecidos, y tanto las autoridades como las comunidades toman
cartas en el asunto, incluso se han realizado marchas en contra de los
colombianos y funcionarios públicos hacen comentarios descalificadores en
medios masivos contra nuestras mujeres. Para terminar de completar estos
“clicles” en contra de nuestros compatriotas, aparentemente, esta
estigmatización se podría estar dando a través de los mismos medios con las tan
famosas narconovelas; los mismos seriados que en clara apología al delito y la impunidad,
difunden las “hazañas” de nuestros más populares capos, cosa que no ayuda mucho
cuando se des-configura tanto la realidad y no se conocen ni se les da
importancia a la historia y los contextos.
Alguien me dijo un día en una charla de café, que “los
colombianos llegamos tarde a todo, incluso a la globalización, y que por las
pocas cosas que quedaba por hacer, somos buenos en lo que restaba por hacer”,
es decir, somos buenos produciendo y traficando drogas, formando redes de
tratas de blancas internacionales, bandas de delincuentes en otros países,
redes de lavado de dinero a base de préstamos “gota a gota”, organizaciones de
contrabando internacionales, oficinas de cobro y sicariato, etc, etc. Haciendo
un poco de memoria de todas las cosas que he tenido que ver y vivir en este
país, estuve tentado a darle la razón a mi amigo, sin embargo, en ese momento
recordé el artículo de periódico que explicaba las causas culturales que
hicieron que negocios como de ese tipo hicieran mella en la sociedad colombiana,
recordé que el grito de independencia se hizo a partir de un altercado con un
florero, que los partidos más tradicionales de este país promovieron
abiertamente la violencia contra sus opositores y que cuando todo se salió de
las manos negociaron en un hotel en España la división milimétrica del manejo
del estado para zanjar las diferencias y terminar el desangre fratricida, que
campesinos se alzaron en armas para exigir el acceso a las tierras para su
sustento y la dirigencia sorda y ciega de este país prefirió combatirlos
abiertamente con el beneplácito de terratenientes, lo que generó el nacimiento
de movimientos de guerrillas que con los años y el acceso al narcotráfico como
fuente de financiación instauraron un reino de terror que nos ha bañado en
sangre, costado miles de millones de dólares y masacrado cientos de miles de
personas humildes (sin contar los millones de desplazados), que estos grupos
armados o ejércitos del pueblo como se hacen llamar no reivindican a ningún grupo
social, ni indígena, ni afrodescendiente, incluso ni a los campesinos que los
fundaron, que han minado los campos, destruido y contaminado nuestras selvas, además
de reclutar forzosamente a nuestros compatriotas más débiles, y aun así gozan
de estatus de beligerancia y el beneplácito de algunos gobiernos extranjeros,
por lo que seguramente tendremos que tragarnos algunos sapos si es que de vedad
queremos que se termine el conflicto, igualito que con los paramilitares en el
gobierno anterior.
Pero si por un lado llueve, por el otro no escampa; con
una disculpa tan tonta como el desagravio con un florero se emancipó la nación,
y desde sus inicios se debatió entre dos bandos casi irreconciliables por el
dominio del poder, todos ellos de “puros criollos”, que nos siguen gobernando,
delfines de gran tamaño que protegen elites, gestionan subsidios, permean instituciones
y hacen lo que le da la gana con el
erario público, usan costosas camionetas blindadas para realizar actos sexuales
en vías públicas, implantan micos en las leyes para beneficiarse con altas
pensiones o favorecen a sus familiares con pequeñas “zonas francas”, incluso llegaron
a proponer en algún momento la reducción de corruptelas a “sus justas
proporciones”.
Lo que hay arriba no es mucho mejor que lo que se vislumbra
abajo, mientras más del 50% de la población no vota en franca apatía con lo que
consideran el desmoronamiento de la moral pública y los malos manejos por parte
de nuestros líderes, se pasan semáforos en rojo, piratean la señal de TV cable
o se postulan para beneficios del estado aún sin ser merecedores de ellos por
su condición social, eso sin contar la evasión descarada de los impuestos, o el
uso de dádivas o sobornos para saltar filtros de control de estado. En fin,
como decía, nuestra hermosa cultura, colorida, diversa en ritmos musicales, gastronomía,
visiones de mundo y de vida, pero también rica en individualismo, en francos
desacatos a los valores colectivos, al irrespeto a las reglas de juego sociales
y a la convivencia, eso mismo que nos hace sobreponernos a la adversidad
constantemente y que además nos hace el país más feliz del mundo.